martes, 27 de marzo de 2018

Los huevos Fabergé de Doña Sofía



Los huevos Fabergé de Doña Sofía



La Reina emérita Doña Sofía no suele llevar joyas importantes en su vida cotidiana. Es más de utilizar alhajas menores que tengan un componente afectivo. Le gusta utilizar abalorios contra el mal de ojo como las pulseras con cuentas, que representan el llamado 'ojo griego' y que luce habitualmente. Algo típico de Grecia y Turquía para espantar la mala suerte y que la emérita lleva a diario. 


                                                       


Sus hijas y nieta, también fans de FABERGE

En cambio en su joyero hay otra pieza importante. En este caso se trata de valor sentimental más que económico. Se trata de un collar con pequeños huevos Fabergé colgados que siempre elige para lucir en Semana Santa y, sobre todo, el Domingo de Resurreción. Unas veces más visible como este año y otras tapadas con la solapa del abrigo o con un pañuelo. 
                                                          


El collar tiene una historia entroncada con la tradición ortodoxa donde la Pascua es una de las celebraciones más importantes en el calendario religioso y familiar. Dependiendo del poder adquisitivo se regalan huevos pintados símbolo de eternidad y amor y deseos de larga vida o joyas en materiales preciosos como los de la reina.



En el caso de Doña Sofia empezó a coleccionar los colgantes hace más de cinco décadas. Forman parte de un collar de varias vueltas que se puede dividir en pulseras que a veces han lucido las infantas Elena y Cristina. Aunque las hijas prefieren un solo adorno colgado de una cadena de oro y que también han lucido en Semana Santa.

Por el momento quienes no siguen la tradición, al ser aún pequeñas para llevar piezas de este tipo, son las nietas reales: Leonor y Sofía Irene UrdangarinVictoria Marichalar ya ha empezado a seguir la tradición griega y se la ha visto con pulseras de 'ojos griegos'.



Los huevos y Don Juan Carlos

Cada colgante del collar de la Reina tiene su propia identidad y referencia. Incluso algunos huevos de Fabergé fueron encargos de Don Juan Carlos en la joyería Ansorena.

                                                    


Todos los huevos engarzados en la cadena son obsequios que le han ido regalando a lo largo de los años. Algunos de estos minúsculos Fabergé son piezas compradas en anticuarios. Otros se han fabricado en exclusiva en joyerías griegas y diseñados por familiares de la Reina en materiales semipreciosos, por lo que su precio es más elevado.



Sirven como regalo en Pascua y aunque la tradición sea en fechas señaladas como hace Doña Sofia, las infantas y otros parientes reales los eligen para su vida cotidiana. La tradición dice que estos colgantes traen suerte.











































Fabergé, un capricho real hereditario ♥

Fabergé, un capricho real hereditario


Fabergé es el nombre mágico que evoca el brillante mundo de los últimos zares de Rusia y sus tesoros inestimables. De hecho, Fabergé no es sólo una persona, sino un negocio familiar, un pequeño imperio de joyería, donde varias generaciones de joyeros trabajaron en cooperación.

Durante este período, Peter estuvo involucrado en las obras de restauración en el museo Hermitage. Y según la leyenda, una parte significativa del trabajo que realizó fue de forma gratuita, ya que le ayudó a aprender a fondo las mejores obras de arte en la joyería. Fabergé consiguió su primera orden oficial importante, al hacer copias de joyería escita del “Tesoro Kerch.” 



Peter dijo alguna vez: “Tengo poco interés en las cosas caras, si su precio sólo está determinado por un montón de diamantes y perlas”. Así que, Fabergé combinó el estilo imperial y gótico con el Art Nouveau.

En 1870 pasa a ser el responsable de la empresa familiar de joyería en San Petersburgo. Con una excelente reputación como diseñador, trabaja con piedras preciosas y metales, y realiza diseños de diferentes estilos como ruso antiguo, griego, renacentistabarrocoArt Nouveau, naturalista y caricaturesco.


Sus obras fueron expuestas en la Exposición Panrusa de Moscú de 1882 y recibieron la medalla de oro. Recibió el nombramiento de orfebre y joyero de la Corte Imperial Rusa y de otras muchas monarquías europeas. Fabricó joyas con forma de huevos de Pascua de oro y esmalte, animales en miniatura, cálices, bomboneras y otros objetos.


Sin embargo, los huevos de Pascua no es lo único que ha hecho famoso a Fabergé. Muchos de sus joyeros han trabajado con piedras preciosas rusas, haciendo figuras talladas, como: pequeños monos, focas, ratones, rinocerontes, perros, etc.
El estilo art-deco también hacia parte de Fabergé e incluso hicieron una flor en ese estilo con cristal y tallos hechos de oro y plata, hojas de jade, pétalos pintados, y esmaltes cuidadosamente pulidos, por lo que la flor parecía estar “viva”. También hicieron un diente de león con plata y oro. Las series de este estilo eran particularmente populares.










Fabergé no es la marca más cara de todas, pero sus obras se distinguen por un hábil trabajo manual que es visible para cualquiera. Es poco probable que las nuevas obras de arte sean creadas por una gran familia.


Carl Fabergé relevó a su padre como dueño del negocio familiar en 1872. Gracias a su talento, para 1900 la casa ya contaba con más de 500 empleados y su fama se extendía entre todas las familias bien del mundo. Eduardo VII y la Reina Alexandra fueron los grandes impulsores de la pasión por el joyero ruso en el Reino Unido. Tanto que en 1903 una sucursal de Fabergé abrió en Londres gracias a su influencia.

La tarjeta de presentación de Fabergé era crear un producto al mejor “estilo ruso“. El toque exacto de diamantes y las copas de plata con piedras preciosas siempre deleitaron a los extranjeros. Incluso tienen joyería que combina diferentes piedras y motivos rusos.
Los joyeros de Fabergé siempre crearon iconos artísticos, cruces y utensilios de iglesia para los monasterios de Kremlin. Todo esto se llevó a cabo en estilo ruso antiguo con patrones inusuales, filigrana y pintura de esmalte.









Ninguna de las piezas se repitió dos veces, y si el cliente pedía que le hicieran una copia, el joyero trataba de hacer cambios, para que no fuera igual al diseño anterior. Esta carrera constante por un resultado más que espectacular y la auto-mejora diaria hicieron que rápidamente Fabergé se convirtiera en una de las mejores marcas de la época en Rusia, Europa y América.


Los símbolos ortodoxos también llamaron la atención de Fabergé. Y como dije antes, crearon iconos, cruces y colecciones litúrgicas para iglesias y monasterios de Kremlin.

Todas esas piezas fueron hechas en estilo ruso antiguo de hace muchos siglos, pero son mucho más elaborados y fueron decorados con perlas, turmalinas, esmaltes coloridos y filigrana muy fina.



La tradicional elaboración caracteriza el viejo estilo ruso de Fabergé; cubos de plata y bratina, incrustaciones de cuarzo, calcedonia y amatista adornados con flores de colores brillantes.


Los Bolcheviques expulsaron de Rusia al gran joyero Carl Fabergé. Sus pomposas y alambicadas obras fueron el antojo de zares y reyes de toda Europa en los siglos XVIII y XIX y se convirtieron en tal símbolo de poder que en 1917 el propio Fabergé tuvo que salir de Rusia para salvar la vida. Su taller, en el número 24 de la calle Bolshaya Morskaya de San Petersburgo, fue tomado por los revolucionarios que se apropiaron de algunas piezas y destruyeron otras.

Hoy la mayor colección del mundo está en manos de la Casa de Windsor que conserva intactas alrededor de 900 piezas. Las cien mejores han sido rescatadas para ser expuestas en Buckingham Palace
 La familia Forbes también tiene en su poder un buen número de ejemplares y hoy las piezas que quedan en circulación por el mundo se subastan por cantidades astronómicas.

Desde la Reina Victoria hasta el Príncipe Carlos la pasión por la orfebrería del ruso Fabergé ha pasado de padres a hijos, desde finales del siglo XIX, a lo largo de seis generaciones en la Familia Real Británica,

los propietarios de estos objetos han ido dando forma a la colección y de qué manera su vida está ligada a estas obras, hechas a menudo por encargo para satisfacer los caprichos de los monarcas. A lo largo del siglo XIX la dinastía Romanov y la familia Real Británica emparentaron varias veces, de ahí la pasión heredada por el maestro ruso y la enorme colección que poseen.

También empezó a hacer huevos para la aristocracia y la alta burguesía. El dueño de minas de oro en Siberia, Alejandro Ferdinandovich encargó otros siete huevos para su esposa. Nos consta que también otros personajes de la época como Alfred Nobel, los príncipes Yusupov o los Duques de Marlborough adquirieron huevos Fabergé.

La mayor colección privada de huevos Fabergé la tenía la familia Forbes. El patriarca de la familia Forbes, Malcom, reunió a lo largo de 30 años, 9 de los huevos imperiales, incluido el primero de todos, el regalo del zar Alejandro III a la Zarina. También contaba con el que se considera más valioso: el “huevo de la coronación”, regalo del zar Nicolas II a la zarina Alexandra en 1897 como celebración de su coronación.











                                                                           



En 2004 Victor Vekselberg, un industrial ruso adquirió los famosos huevos imperiales de la colección Forbes en una subasta en Sotheby’s en Nueva York, con la intención de que volvieran a Rusia. 

























Carl Fabergé relevó a su padre como dueño del negocio familiar en 1872. Gracias a su talento, para 1900 la casa ya contaba con más de 500 empleados y su fama se extendía entre todas las familias bien del mundo. Eduardo VII y la Reina Alexandra fueron los grandes impulsores de la pasión por el joyero ruso en el Reino Unido. Tanto que en 1903 una sucursal de Fabergé abrió en Londres gracias a su influencia.


Fabergé realizó huevos en distintos estilos artísticos como el barroco o el modernismo y dentro guardaban diferentes monumentos y otras de arte. Utilizaba metales como oro, platino, plata o cobre, minerales como el jaspe, el lapislázuli o el jade y piedras preciosas como zafiros, rubíes, diamantes o esmeraldas.

























Museo Fabergé



                                                           





Desde 2013, el espléndido palacio Shuvalov del siglo XVIII , San Petersburgo, ha sido el hogar del Museo Fabergé y alberga la mayor colección de huevos de Fabergé del mundo. Los que estaban en la colección fueron comisionados por los últimos emperadores rusos Alejandro III y Nicolás II.
El museo debe su existencia a un asombroso acto de altruismo de Viktor Vekselberg, quien en 2004 fundó la Fundación Histórica y Cultural The Link of Times con la idea de devolver artefactos y obras de arte de importancia cultural rusa para su exhibición pública en Rusia. Los nueve huevos de Fabergé que forman el núcleo de la colección fueron comprados por él al empresario estadounidense Malcolm Forbes en 2004 a un costo de $ 100 millones.
La restauración del palacio Shuvalov de 4.700 metros cuadrados comenzó en 2006 y tardó siete años en completarse. En un punto, 300 trabajadores especialistas participaron en el proyecto. Restaurar y adaptar el palacio para su uso como museo fue la primera restauración completa en sus 200 años de historia. Hoy, de pie en el terraplén del río Fontanka, sirve como un enlace vivo a la historia imperial de San Petersburgo y Rusia.
El museo tiene alrededor de 4.000 objetos expuestos, que se muestran en 12 habitaciones bellamente restauradas de acuerdo con el tipo y la historia. La pantalla le permite al visitante una sensación fuerte de la opulencia y el arte de la época. La Sala Azul, propiamente la sala central del Palacio Shuvalov, contiene los Huevos de Pascua Imperiales de Fabergé. Cada una es una obra maestra única de joyería y arte, así como un artefacto únicamente ruso del reinado y la vida personal del último de los Romanov.



















La entrada a las habitaciones es de la Gran Escalera que data de la década de 1840 y es obra del arquitecto Nikolai Efimov, que es responsable de varios edificios emblemáticos de San Petersburgo. Más tarde, el arquitecto Rudolph Bogdanovich Berngard añadió una graciosa cúpula decorativa de estuco sobre la escalera. También fue responsable de la reconstrucción del siglo XIX de los terraplenes del río Fontanka, por lo que su influencia se puede ver tanto dentro como fuera del palacio.






























































































La Sala Roja del palacio está dedicada a las obras de plata rusas, producidas desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX. La sala muestra obras espectaculares de Carl Fabergé y Pavel Sazikov, entre otros. La antesala contiene una colección de artículos para el hogar, como relojes, en esmalte guilloché, así como joyas Fabergé, que es bastante raro. La sala blanca y azul muestra obras en esmalte de Pavel Ovchinnikov, que también fue el primer fabricante de plata ruso en el estilo renacimiento pan-eslavo, junto con la excelente porcelana rusa del siglo XIX. La sala de exposiciones exhibe tallas en piedra de Fabergé y varios artistas rusos del siglo XIX.
La sala gótica del palacio tiene una colección de íconos clásicos rusos ortodoxos de los siglos XVI al XX, en su mayoría enmarcados y cubiertos de metales preciosos. El Knights 'Hall está dedicado a obras de arte de temática militar, incluidas las acuarelas de la vida del ejército ruso del siglo XIX por Karl Piratskiy y Pyotr Balashov. El Salón de Oro, con un buen nombre, muestra muchos elementos que dan una idea de las relaciones cortesanas entre la dinastía Romanov y sus parientes extranjeros. Los objetos de fantaisie de los artesanos de la casa de Fabergé son especialmente finos, al igual que los cofres enjoyados adornados con retratos de los emperadores rusos.
Situado en el centro de San Petersburgo, el Museo Fabergé es fácil de encontrar y está a pocos pasos de las estaciones de metro de Gostiny Dvor y Mayakovskaya.





























































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